Nuestra intimidad en manos de las apps
Cuando aceptas las condiciones de uso de una app para poder instalarla, estás seguramente dando permiso a la app para que acceda a casi toda la información personal que tienes en tu teléfono: mensajes, agenda, registro de llamadas o tu ubicación en cada momento.
Un estudio de la Universidad de Georgetown analizó las condiciones de uso de las 1.300 aplicaciones más importantes de Google Play Store y concluyó que las apps no informan de manera adecuada sobre el uso que harán de la información que almacenan, y que este acceso a los datos beneficia más a los desarrolladores que a los usuarios.
Otro estudio analizó 110 apps de entre las más populares en Estados Unidos y, gracias a él, se detectó que la mayoría no solo recopila información no necesaria para su funcionamiento y de carácter altamente sensible, como el nombre del usuario, su correo electrónico y su localización, sino que además la comparte con empresas que no pertenecen a la propia compañía desarrolladora de la app, ni a la del sistema operativo (Google o Apple).
Piensa en este escenario: si aceptamos que una de estas apps tenga permiso para acceder a nuestra localización en todo momento, una empresa que ni siquiera conocemos podría tener un resumen detallado de los itinerarios que realizamos a diario y de dónde nos encontramos en cada momento. Este tipo de información permite a las empresas conocer el comportamiento de sus clientes potenciales e incluso ofrecer productos y servicios en tiempo real, cuando pasamos cerca de determinados comercios. Pero es injusto y peligroso que se haga sin nuestro consentimiento.
El teléfono espía
Nada te hará entenderlo mejor que el caso de Malte Spitz. Este político alemán decidió pedir a su compañía telefónica todos los datos que habían recopilado sobre él porque, según la ley, cualquier ciudadano tiene derecho a hacerlo. La compañía, Deutsche Telekom, se negó, así que Spitz se vio obligado a poner una denuncia. La empresa cedió entonces y entregó a Malte los datos que su teléfono había recogido en seis meses y que puedes ver en esta dirección: http://bit.ly/1QCqXB8.
Se trata de una hoja de cálculo gigantesca. A esta información, Malte Spitz añadió todos los datos que se desprenden de su cuenta de Twitter, su blog y otras páginas. Datos que son públicos y cualquiera podría recopilar.
Al igual que la hoja de cálculo, este amasijo de información no dice mucho a simple vista pero, gracias a la visualización de datos, Malte Spitz consiguió demostrar algo escalofriante.
Si consultas el gráfico que Spitz elaboró con la información y publicó en su página, verás sobre un mapa cada uno de sus movimientos durante esos seis meses. Y no solo eso: también podemos ver cuándo realiza una llamada, cuándo manda un mensaje, cuándo toma un tren o un avión, cuándo está durmiendo o cuándo se conecta a internet.
Observar el gráfico de Malte Spitz es impresionante, pero lo es más pensar que puede elaborarse otro similar de cualquiera de nosotros.